¿Alguna vez te habló un sombrero? Luego de escuchar la conversación entre los sombreros de Armando, Stefi y Enzo tal vez mires a los sombreros de otra forma. Ellos estaban en una sala de espera y se presentaron.
-Hola yo soy el sombrero de Armando Paredes, él siempre decía: “lo mas importante es el trabajo”. Él vivía para trabajar. No tenía tiempo para su familia, ni el descanso, y mucho menos Dios. Me siento incómodo con tanta quietud.
-Yo todavía sigo sorprendida. Soy la gorra de Estefi Sico casada con Andrés Fuerzo. Para ella lo más importante era el deporte. Cuando le hablaban de Dios se reía con su esposo y decían en coro “Nosotros somos Dios”, y la verdad que les creí. ¿Y ahora…?
-¿Y yo? ¡Jamás pensé que vendría a una reunión como esta! Mi dueño es Enzo Lobailes. Su slogan siempre fue “lo mas importante es la diversión. Arriba el alcohol, viva la infidelidad. La vida es una sola y hay que vivirla” y mientras se reía de quienes le hablaban de Dios gritaba “comamos y bebamos que mañana moriremos. Ja Ja!”.
Y así continuaron la conversación, en la sala fúnebre. Armando había muerto de un ataque de presión debido al stress. Estefi había tenido un choque frontal mientras iba en su moto a toda velocidad. Ella había muerto instantáneamente mientras Andrés, su esposo, seguía en terapia. A Enzo lo encontraron colgado del techo con una nota en su bolsillo que decía “la fiesta terminó”.
¿Te has puesto a pensar que tú también llevas un sombrero imaginario? Este tiene el nombre de lo más importante en tu vida. Pero un día ese sombrero será quitado y enterrado junto contigo. Pues “está establecido para los hombres que mueran una sola vez y después de esto el juicio” Heb. 9:27.
Pero hay algo que Armando, Estefi, Andrés, Enzo, y la mayoría de las personas tienen bajo el sombrero. Se trata de una vincha que el ser humano tiene desde que nace.
– Hola. Yo soy la vincha de espinas o corona de Maldición. Estoy sobre la cabeza de todo ser que nace. Y es casi seguro que estoy en tu cabeza también. Estoy aquí desde que Adán y Eva fueron sacados del Huerto del Edén…
Sí, luego que ellos desobedecieron a Dios comiendo del fruto prohibido, el Señor les sacó del Huerto de delicias y les dijo “maldita será la tierra por tu causa… espinos y cardos te producirá” (Gn. 3:17-18). En el principio Dios había coronado al hombre de gloria y de honra (Sal.8:5) pero el hombre hizo un trueque. Cambió la corona de honra por la corona de maldición “Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios”.
No importa cual es el sombrero con el que vives, debajo de él está la corona de maldición. ¿Sabes por que? Porque eres pecador o pecadora. La mentira, el saber hacer lo bueno y no hacerlo, el robar, el jurar usando el nombre de Dios en vano, el sexo antes del matrimonio o la infidelidad, la hipocresía religiosa… te hacen propietario de esta corona de maldición.
Cuando en las noches te sientes mal por tus pecados, cuando tienes miedo a la muerte, o cuando al mirarte al espejo te dices “¿Porqué siempre caigo en el mismo vicio?”; en esos momentos esa corona de espinas le da pinchazos a tu conciencia.
El lugar que le corresponde a una corona de espinos secos es el fuego. Y el lugar que te tocará si vives en tus pecados es el fuego eterno, el infierno, la condenación.
Para ser salvo es necesario que esa corona sea quitada de la cabeza del pecador. ¿Y de qué manera?
El único camino es que alguien que nunca haya pecado derrame sangre y muera llevando la maldición del pecado sobre su cuerpo. La triste realidad es que todos somos pecadores, condenados. Por eso fue necesario que Dios mismo viniera a la tierra. Jesús es el eterno Dios, que vino a morir en una vergonzosa cruz. Esa corona de maldición que debe cargar el pecador la llevó Cristo. “El que no conoció pecado por nosotros fue hecho pecado”. ¿Sabes para qué? Para que pudieras ser salvo. Para que cambies tu destino. Cristo murió, resucitó y pronto volverá a este mundo para juzgar. Él vendrá no con corona de espinas sino como el Rey de Reyes y Señor de Señores.
¿Cómo ser salvo? “Dios manda a todos los hombres en todo lugar que se arrepientan por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia”. Arrepiéntete, confiésale tus pecados, pide que te lave con su sangre y confía cien por ciento en Él.
Confía en quien llevó la corona de maldición por ti y deja de confiar en sombreros.